Una mujer denunció haber sido víctima de violencia en la comisaría de San Clemente donde mataron a Alejandro Martínez

Con fotos como prueba, la paciente psiquiátrica mostró cómo los policías la golpearon brutalmente en 2019. En la misma dependencia donde habría sido asesinado Alejandro Martínez.

Una mujer denunció haber sido víctima de violencia en la comisaría de San Clemente donde mataron a Alejandro Martínez
Gisela Knorr fue brutalmente golpeada por el comisario en 2019.

El sábado pasado detuvieron a 9 policías de la comisaría 3º de San Clemente del Tuyú, Buenos Aires, luego de ser acusados de golpear y matar a un hombre de 35 años que estaba detenido en el calabozo. Luego de que se dieran a conocer sus nombres y el hecho que terminó con la vida Alejandro Martínez, Noelia Knorr recordó una situación similar que le ocurrió su hermana Gisela en la misma sede policial, pero en 2019.

“Gisela pudo haber terminado como Alejandro Martínez. Esa es la verdad. Simplemente tuvo suerte”, detalló Noelia en diálogo con Infobae, quien pese a la conmoción en San Clemente por lo ocurrido la semana pasada, no se sintió sorprendida, porque hace dos años pasó por lo mismo.

Según explicó Noelia, cuando ocurrió ese violento hecho con su hermana decidieron hacer la denuncia y los policías fueron declarados a citar, aunque hasta ahora ninguno de los policías que declaró en la causa tuvo consecuencias legales ni laborales. Pero cuando se dieron a conocer los nombres de los 9 implicados por Alejandro Martínez, lo primero que hizo fue buscar si aparecían los mismos que golpearon a Gisela, pero no estaba ninguno de ellos.

Noelia cuenta que los agentes que golpearon a su hermana ella misma los vio varias veces trabajando por las calles de la localidad balnearia como si nada hubiese pasado. Apenas alguno que otro fue trasladado a otro lugar, pero no mucho más. Sin embargo, el acusado de golpear salvajemente su hermana fue el comisario Roberto Fernando Romero, cuyo castigo fue simplemente cambiarlo a otra dependencia.

Pese a estar acusado por los delitos de vejaciones y apremios ilegales, en una causa que sigue el fiscal Gustavo Mascioli de la UFID N° 1 del Partido de la Costa, al uniformado no lo removieron de la fuerza. “Cuando me acerque a pedir explicaciones no me dijeron mucho. Simplemente sé que lo mandaron al conurbano bonaerense”, explicó la mujer. Según registros previsionales consultados, Romero percibió haberes del Ministerio de Seguridad bonaerense al menos hasta octubre de este año.

La tortura a Gisela

El 10 de octubre de 2019, Gisela, quien tenía 35 años en ese momento, fue detenida por efectivos de la Comisaría Tercera de San Clemente del Tuyú tras protagonizar un accidente de tránsito. A bordo de una moto y en contramano, la mujer había golpeado el espejo de un auto que justo salía de un hotel ubicado en la calle 13 de la ciudad costera, perdió el equilibrio y cayó.

Gisela y el amigo que la acompañaba, el dueño de la moto, resultaron ilesos, mientras que la dueña del vehículo, exaltada, llamó inmediatamente a la policía, por lo que Knorr fue llevada a la dependencia.

Horas después llegó el infierno, la mujer fue víctima de una brutal golpiza mientras estaba alojada en el interior de uno de los calabozos. La mujer padece un trastorno de bipolaridad y sufría de adicción a las drogas, lo correcto en ese caso hubiese sido que los efectivos llamaran a la familia de Knorr para informarles de lo ocurrido. Sin embargo, la esposaron y la encerraron en el calabozo.

Como era de esperarse, la detención afectó casi de inmediato el estado mental de la mujer, quien empezó a gritar y a patear las rejas de la celda para pedir su medicación psiquiátrica. Pero los agentes en lugar de asistirla la amenazaron para que se callara.

Gisela volvió a exigir su medicación y ya alterada por demás comenzó a darle golpes y patadas a la puerta de la celda. “Quién es la loquita que grita”, habría dicho el comisario Romero para luego ingresar, furioso, al calabozo y golpear varias veces el rostro de la detenida.

“Gisela quedó de rodillas y luego le dio no sé cuántas piñas más. Le desfiguró la cara”, detalló Noelia en ese entonces, para luego hacer la denuncia por “violencia institucional” ante la UFID N° 1.

“Yo te voy a enseñar cómo se respeta a la comisaría, yegua hija de puta, drogona de mierda”, fueron algunos de los insultos que presuntamente le profirió Romero.

Tras los golpes, la mujer perdió prácticamente el conocimiento y finalmente fue llevada al Hospital Municipal de esa localidad, donde quedó internada, luego fue entrevistada por un equipo de psicólogos, algo clave para descubrir la verdad.

Por la gran cantidad de golpes, Gisela no pudo identificar a la persona que la había agredido. No pudo decir en ese momento que había sido Romero, según su relato. Estaba confundida y había cosas que no recordaba. Salvo por un detalle: la vestimenta del golpeador. Knorr le contó a los profesionales que el hombre que la atacó era de “contextura alta, vestido de remera blanca con un logo en el medio, camisa a cuadrille y un jean”. Hasta ese momento parecía la descripción de un civil, pero había algo que lo cambiaría todo.

Horas más tarde llegó al hospital un hombre vestido exactamente como rezaba el testimonio de la mujer, él mismo se identificó como el comisario Romero y que venía a buscarla a Gisela para que continuara con la declaración. Una de las psicólogas que había hablado con la víctima inmediatamente se dio cuenta de que el jefe policial podía ser el presunto atacante y junto con otros dos colegas no permitió que Knorr fuera trasladada.

Pasaron los días y recién Gisela pudo declarar para contar lo que le pasó. Se abrió la investigación y a Romero lo retiraron de la Comisaría, pero al día de hoy, no hay nadie condenado por aquella tortura, ni mucho menos algún responsable político. “De la causa no tuve más noticias pero a raíz de lo que pasó la semana pasada, pienso ver en qué está todo”, puntualizó Noelia.

En el expediente, no obstante, los policías declararon que las lesiones fueron autoinflingidas, un viejo argumento esgrimido por las fuerzas de seguridad que son acusadas en casos de violencia institucional. Pero la hermana de la víctima recordó que si hubiese sido así, los golpes habrían sido en la cabeza y en la frente. “Si se hubiera golpeado con las rejas, los ojos no los hubiese tenido tan lastimados. Es todo mentira”, recordó Noelia.

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