Por naturaleza y, prácticamente desde su origen, el concepto del arte es por demás amplio. Definir al arte sería limitarlo. Y, si se limita, ya no sería considerado arte. Sin embargo, por fuera de lo filosófico, lo conceptual y lo contestatario por esencia, comerciantes y vecinos de la Ciudad de Mendoza e inmediaciones no dudan al elaborar su veredicto ante una situación cada vez más frecuente y que los tiene a mal traer. Y coinciden en que ya están cansados de pintar y repintar las persianas metálicas de sus locales o las paredes de sus casas para que, de la noche a la mañana, las encuentren nuevamente intervenidas con pintadas, grafitis o mensajes que llegan al lugar de manos anónimas.
“Todos los negocios están igual. Y yo no quiero volverlo a pintar para darle justamente un hermoso lienzo en blanco para que puedan volver a pintar encima. Porque, además, no es solamente la persiana, sino las paredes también”, resume Matías, quien tiene un taller de soldaduras en la calle O’Higgins y hace 2 meses se encontró con una de las obras de los artistas anónimos. “Una cosa es que lo hagan en lugares con un permiso previo, de hecho muchos lo hablan con los dueños de los lugares y se ponen de acuerdo. Pero esto, así, para mí no es arte. Y me arruinaron la persiana con el cartel que tenía”, agrega.
Según el Código de Convivencia de la Ciudad de Mendoza, las multas por pintar grafitis u otras intervenciones en espacios públicos y privados sin autorización van desde los 9.500 pesos hasta los 285.000 pesos, dependiendo si se trata de una infracción leve, grave o muy grave. La tipificación tiene que ver, principalmente, con el lugar donde se realice el dibujo o la pintura.
Sin embargo, y según destacan desde la comuna capitalina, labrar un acta por una infracción de este tipo no es tarea fácil. Principalmente, porque deben encontrar al autor in fraganti y, reconocen, no es algo habitual.
“Hemos reclamado una y mil veces a la Municipalidad, no solo por las pintadas, sino por múltiples situaciones. Pero nunca pasa nada. Antes borrábamos las pintadas, volvíamos a pintar todo para dejarlo prolijo. Pero, cuando pasaba la primera noche y llegábamos a la mañana siguiente, ya estaba todo arruinado de nuevo. Ahora tenemos proyectadas obras importantes en el lugar, en la fachada. Pero no sabemos cómo hacer para que no vuelva a ser blanco de las pintadas”, resumió por su parte el secretario general de la UOM en Mendoza, Luis Márquez.
En la sede sindical, ubicada en calle San Juan -entre Garibaldi y Alem- las paredes desgastadas son un tablero de incontables pinturas, firmas, dibujos y hasta insultos o dedicatorias pintadas a mano. Tanto que, prácticamente, no queda espacio sin pintar, aunque siempre se pueden superponer las intervenciones.
¿ARTE O DELITO?
En Mendoza, en Argentina y en el mundo hay artistas que se encargan de gestionar los permisos correspondientes con las distintas comunas y hasta de consensuar con el dueño de cada propiedad para intervenir con sus grafitis o murales las paredes, persianas y puertas. Muchas veces, incluso, hay líneas conceptuales que marcan el hilo conductor de las distintas obras, como ocurre en Mendoza -por ejemplo- con la ciclovía de Godoy Cruz, con murales puntuales y consensuados con la Municipalidad de la Ciudad de Mendoza (uno de ellos se ubica al costado de la Escuela Bellas Artes, en la zona del barrio cívico), o con los personajes de caricaturas de los 90 (su autor siempre acuerda con los dueños o encargados los lugares donde va a pintar). Incluso, hay hasta comerciantes que encargan a artistas que se luzcan con sus obras en sus espacios.
“Nosotros le encargamos especialmente a un muralista que hiciera algo temático con el rubro al que nos dedicamos. De alguna manera, es como que suele haber códigos callejeros y, si hay una obra bien producida y hecha de base, no suelen hacerse pintadas arriba”, destacó Daniel, encargado de un comercio céntrico que prefirió que no se lo identifique en la nota. “No vaya a ser cosa que vengan y me pinten encima para cerrarme la boca”, agregó entre risas.
EN ALZA
Las paredes de las playas de estacionamiento, de algunas iglesias puntuales (como, por ejemplo, la de los Jesuitas en la cuadra de calle Colón comprendida entre San Martín y 9 de julio) y del edificio central del Correo Argentino (en la misma cuadra de Jesuitas, aunque en la vereda de en frente y ocupando toda la manzana) son los principales blancos del arte callejero que, como tal, mantiene su cuota de clandestinidad. Lo mismo ocurre con los edificios o propiedades abandonados o que se encuentran deshabitados y a la venta o alquiler (uno de los casos más emblemáticos es la planta baja del edificio de San Martín e Infanta Mercedes, donde hasta hace algunos años funcionaban las oficinas centrales de la ya desaparecida Telefónica).
Sin embargo, cada vez es más común encontrar esta invasión de pintadas en locales comerciales o viviendas particulares que antes quedaban exceptuadas de los aerosoles.
“Hace un año estamos acá y ya hemos pintado un par de veces el frente. Pero, la última vez que pintamos, no duró ni una noche la limpieza, porque al día siguiente ya estaba todo pintado de nuevo. En una noche te pintan todo de nuevo. Y se decidió dejar de pintar, porque sabés que lo dejás todo prolijo, y no dura nada hasta que vuelven”, resume Cecilia, quien trabaja en un estudio de maquillaje ubicado en la esquina de 9 de julio y Colón, una de las zonas con más magnetismo para las intervenciones clandestinas y que, podría decirse, recibe lo que ya no cabe en las paredes del edificio del correo y de la iglesia de los Jesuitas.
En el mismo edificio del Correo Argentino funciona la Universidad de Congreso (en la esquina también de 9 de julio y Colón, frente al estudio de maquillaje). Esta es la zona más neurálgica en lo que hace a pintadas y, en su mayoría, son políticas, con mensajes contestatarios y críticos hacia distintos sectores.
Consultados por la situación, desde la casa de estudios destacaron que el edificio es propiedad del Correo Argentino (la Universidad de Congreso alquila ese sector) y que el cuidado y mantenimiento de la zona está bajó la órbita de la Dirección de Patrimonio de Mendoza. En ese sentido, y aunque no dependa de ellos directamente el mantenimiento, reconocen que es una problemática la de las pintadas en las paredes.
La calle San Juan, también en el centro mendocino, es otro de los puntos con mayor magnetismo para las pintadas y grafitis sin permiso, aunque no hay zona ni pared que esté exenta, ni en Ciudad ni en los principales departamentos del Gran Mendoza.
“Ya hemos pintado hace 3 meses, dejándolo cada vez más limpio. Y siempre es igual: uno llega a la mañana siguiente y está todo pintado de nuevo. No sé por qué no se controla bien y, cuando nos quejamos, nos dicen que es gente que pinta de noche o en los feriados, cuando no hay nadie en la calle. Para mí esto ni siquiera es arte, es daño”, resumió Simón, encargado de una pañalera ubicada en calle San Juan, a 3 cuadras del Kilómetro Cero mendocino. En el sobresalen, y marcadamente, las pintadas.
“Creo que lo que hay que hacer es identificar y delimitar lugares bien puntuales para que se autoricen los murales y grafitis. El tema es que parte de la identidad del grafiti es lo clandestino, lo contestatario. Pero ya no se salva nadie, ni locales ni casas particulares. Es difícil de contener, pero cuando ya le joden la vida a los demás, no es arte ni nada que se pueda disfrutar”, sintetizó a su turno Ricardo, quien tiene una agencia de lotería también en calle San Juan. Y, por supuesto, que luce cada día con más grafitis.
LAS MULTAS
Dentro del Código de Convivencia de la Municipalidad de la Ciudad de Mendoza, las pintadas, grafitis e intervenciones artísticas sin consentimiento se encuentran tipificadas como contravenciones y tienen su propio régimen.
En términos generales, hacer estas pintadas se considera una infracción leve, “salvo que el hecho constituya una infracción más grave”. En ese sentido, se consideran infracciones graves cuando las pintadas o grafitis se realicen en los paradores del transporte público de pasajeros, en elementos y mobiliario de parques y jardines públicos, en las fachadas de inmuebles públicos o privados colindantes con parques y jardines y en las señales de tránsito o del mobiliario urbano (siempre y cuando implique la inutilización o pérdida de su funcionalidad).
Además, se consideran infracciones muy graves cuando se atente contra un monumento o edificio catalogado o protegido.
En cuanto al monto de las sanciones, se mide en Unidades Tributarias Municipales (UTM) y cada una de ellas tiene un valor de 19 pesos, aunque aumentará a partir de noviembre). De esta manera, las infracciones leves tienen multas que van desde las 500 a las 2.000 UTM (de 9.500 a 38.000 pesos en valores actualizados a octubre), mientras que las graves contemplan entre 2.000 UTM y 5.000 UTM (entre 38.000 y 95.000 pesos).
En caso de ser muy graves las infracciones, la sanción oscila entre las 5.000 y las 15.000 UTM (95.000 y 285.000 pesos). Claro que, para poder sancionar a los autores de las intervenciones, resulta menester encontrar a los artistas realizando la obra en el momento y en el lugar de los hechos.
Dentro del área de Patrimonio, la Municipalidad de la Ciudad de Mendoza tiene un taller de restauro. Esta área es la encargada de limpiar y volver a poner en condiciones los monumentos u otros bienes de gran valor que han sido vandalizados. Entre otras cosas, fueron estos especialistas quienes se encargaron de limpiar la figura de Mafalda que se encuentra en el Paseo de la Historieta (Arístides Villanueva y Huarpes) cuando fue pintada hace unos meses.
Desde la comuna capitalina insistieron en que es un tema difícil de controlar y que, hasta el momento, no han encontrado el camino adecuado para poder atacarlo.