Vendedores ambulantes ganan las calles de Mendoza para darle batalla a la crisis

El fenómeno se extiende con más de la mitad de la población en la pobreza. No es nuevo pero esta vez tiene sus particularidades, con actores que con esto logran vivir al día para completar ingresos y quienes lo eligen como mejor salida laboral que un trabajo formal. Las historias y las normas.

Vendedores ambulantes ganan las calles de Mendoza para darle batalla a la crisis
Las calles del centro de Mendoza tienen cada vez más vendedores ambulantes, signo de una época en la que “hay que rebuscárselas”. | Foto: Los Andes

Las calles del Centro de Mendoza tienen cada vez más vendedores ambulantes, signo de una época en la que “hay que rebuscárselas”. Pese a que el Código Contravencional prohíbe esta actividad y a que nunca desaparecieron, en el último tiempo abundan y proliferan. Las condiciones económicas que han determinado una pérdida del poder adquisitivo de las familias ha empujado a las personas a optar por esta forma de comercio como estrategia para la supervivencia. Con 52,9% de la población urbana en la pobreza, esto no sorprende.

Es algo que puede verse en cualquier departamento aunque muchos optan por trasladarse hasta la Ciudad para asegurarse más clientela. Pero se aprecia incluso sin salir de casa ya que, en barrios abiertos, los vendedores ambulantes se acercan para ofrecer todo tipo de productos, comprados y hasta hechos con sus propias manos.

El producto del momento es la venta de medias, pero también ofrecen golosinas, bolsas de residuos, productos de limpieza, repasadores, cremas, elementos eléctricos, frutas y verduras, juguetes, entre otros. Se suman alimentos elaborados en casa y hasta puestos que ofrecen el combo de café con alguna factura o tortita. Esta vez, el fenómeno tiene particularidades en cuanto a los actores y las formas.

Los sobrevivientes

La venta ambulante es la estrategia de sostén familiar o un complemento de otras actividades para sumar ingresos. Son parte del escenario urbano, una expresión de la crisis de los trabajadores a los que el sueldo no les alcanza para llegar a fin de mes, expresión del fenómeno del “trabajador pobre” que ha ganado terreno. Son quizás parte de los nuevos desocupados o subocupados que deja la recesión. Son una muestra de miembros de la familia que han tenido que incorporarse al mercado laboral informal. Bien es sabido que en el último tiempo el mercado formal ha perdido puestos pero el mercado informal está en alza.Y en este marco pueden identificarse varios actores protagónicos en un fenómeno que no es nuevo.

Las calles del centro de Mendoza tienen cada vez más vendedores ambulantes, signo de una época en la que “hay que rebuscárselas”. | Foto: Los Andes
Las calles del centro de Mendoza tienen cada vez más vendedores ambulantes, signo de una época en la que “hay que rebuscárselas”. | Foto: Los Andes

Jubilados a quienes no les alcanzan sus ingresos para solventar sus necesidades básicas, encuentran en esta alternativa una posibilidad para llegar a fin de mes.

Son mujeres que quizás han tenido que salir a la calle como una estrategia para poder vender cosas que ellas mismas elaboran en sus casas. Tortitas, alfajores, pan, galletas, pastelitos, donas, tortas fritas. Son jóvenes que recién salen al mercado laboral o que prefieren esta alternativa.

También hay un formato de venta que es mayoritario: son los verdaderos vendedores ambulantes. Hay pocos “manteros” por los controles municipales y suelen presentarse en mayor cantidad para fechas especiales en las que hay mayor demanda. Pero la mayoría camina la calle, son horas y horas de caminata.

Hay otros personajes que han ganado espacios en la urbe en un contexto en el que “hay que pelearla”. Hay más limpiavidrios o “trapitos”, hay quienes piden ayuda, hay quienes apelan a sus habilidades musicales para tocar algún instrumento o cantar. También hay “arbolitos” que venden dólares con un susurro al transeúnte y gente que perdió su hogar y busca cobijo en algún rincón de la ciudad.

Desde la Municipalidad aclararon que los arbolitos siempre existieron, que es un delito y tiene que intervenir la Justicia y la Policía Federal. “Eso excede al ámbito de Comercio pero no se ha visto un incremento”, subrayaron.

Historias de vida

Un señor se ubica en una esquina para vender aceite de oliva y ajos. Es jubilado, tiene 80 años y tuvo un oficio muy “rudo”: fue armador de hierro en construcciones cuando todo se hacía a mano. Ahora, la jubilación mínima no le alcanza. “Las boletas que llegan de impuestos, la luz, el gas, la municipalidad, se llevan más de la mitad de la jubilación”, comentó. También dijo que la situación no ayuda: “Hay días que vendo 8 botellas de aceite y otros que vendo una”.

Daniel estaba detrás de su mostrador, una pila de cajas sobre las que ubica lo que vende: obleas. Antes tuvo un negocio pero era demasiado costoso lo que le exigían y lo cerró. Es jubilado, tampoco le alcanza y, encima paga alquiler. Aunque dijo que la ganancia que obtiene es muy poca, al menos con esto logra juntar unos pesos. “Vengo todos los días al centro, mañana y tarde”, contó y dijo que vive al día. “Hay días que tengo que pedirle a algún amigo que me preste plata para comprar una caja”, confesó.

Hay otros grandes personajes en este entramado que se han sumado a quienes desde hace muchos años se dedican a esto y reconocen como nuevos actores. Se trata de jóvenes que han optado por esta salida laboral.

Algunos incluso la prefieren antes que un trabajo en relación de dependencia, aseguran que ganan más de esta manera.

Ariel tiene 21 años y desde hace dos se dedicó a la venta ambulante, vende paltas y frutillas. Dice que tuvo un trabajo en blanco en el que no le pagaban mal pero que gana más dinero trabajando de esta manera y que, de hecho, con esto mantiene su casa, a su esposa y su hijo. Trabaja todo el día y se queda mañana y tarde en el centro.

Un vendedor instalado en la zona de calle General Paz contó que hace muchos años que se dedica a esto. Intentó en alguna oportunidad tener un local en un Persa, pero dijo que finalmente desistió porque le pedían pagar tasas que eran impagables para él así como los costos de mantenimiento. Este relato se repite en varios consultados.

Las calles del centro de Mendoza tienen cada vez más vendedores ambulantes, signo de una época en la que “hay que rebuscárselas”. | Foto: Los Andes
Las calles del centro de Mendoza tienen cada vez más vendedores ambulantes, signo de una época en la que “hay que rebuscárselas”. | Foto: Los Andes

El hombre dijo que se ven muchos chicos jóvenes, que son nuevos, y que a veces le piden si les puede prestar algún producto, como medias para venderlas y luego vuelven y se las pagan. “Yo los ayudo, tengo hijos y sé lo difícil que es para ellos, prefiero que hagan eso a que hagan otra cosa como robar”, comentó.

Unas cuadras más allá caminaba Ezequiel Domínguez, quien tiene 33 años. “Yo vendo bolsas en la calle porque los trabajos no dan mejor ganancia -aseguró- esto es más rentable, yo vivo de esto, he tenido muchos trabajos pero elegí este para mi”, afirma contundente. El último tiempo ha tenido que incorporar más productos, caminar más horas el centro y tratar de ser más convincente: “Es imposible, la plata no alcanza para nada”. Y agregó: “La mayoría que te compra lo hace para darte una manito”.

Sebastián vende mercadería en los micros pero no está permitido así que depende de la voluntad del chofer. La mercadería la va cambiando según lo que consigue y la demanda. “Yo no tengo nada, somos mi mujer, mi bebé y yo, vivo de esto así que tengo que llevarla todos los días sí o sí, con nieve o con lo que sea”, contó. Como complemento, los fines de semana tiene un parripollo. “No podes parar un solo día porque como están las cosas no te alcanza”, agregó.

“Lo único que necesitamos es mayor libertad para poder hacer, yo necesitaría poder subirme a más micros porque vengo a la mañana y son las 8 de la noche y sigo acá”, pidió.

Entre el control y la empatía

“Claramente con la crisis se ha generado un incremento de los vendedores ambulantes”, aceptaron en la Municipalidad de la Ciudad. Pero negaron taxativamente que estén “instalados” ya que han incorporado personal y mejorado el área de control. “En vez de realizar tantos decomisos hacemos docencia para que entiendan que no se pueden instalar en la ciudad, porque entendemos la situación pero, a su vez, es competencia desleal con un sector que también sufre la crisis como son las pymes”, explicó una fuente de la comuna.

Resaltaron que la ordenanza prohíbe la venta ambulante en toda la ciudad. Tiene algunas excepciones que están reguladas, como los cafeteros que van al paso y que tienen que cumplir requisitos. “Lo que es comida y bebida se decomisa inmediatamente y se destruye, porque no sabemos las condiciones bromatológicas de esos alimentos cuando se detecta en lo ambulante; en lo que son mercaderías, se les pide dos o tres veces que se vayan y si no obedecen, se decomisa. Ese material de mercadería decomisada hoy está en fase de acopio, pero luego se dona a instituciones de la Ciudad”, detallaron.

Adrian Alín, titular de la Cámara de Comercio en Mendoza, observó que se ven muy pocos manteros pero sí mucha gente que deambula, “están 15 o 20 minutos y se van a otro lugar”. Es una forma de evitar problemas con los inspectores y comerciantes, según relataron los mismos protagonistas, que se tienen que ir moviendo para evadirlos.

Pero asimismo Alín opinó que de algún modo hay cierta empatía: “Son productos, como vender galletitas, que no sé si les alcanza para sobrevivir y no le genera competencia un negocio instalado (...) todos estamos en una dificultad, en una crisis y tenemos que tener empatía, no sólo con el comercio, que es el que da empleo, pero yo creo que más daño nos hacen los tours de compra que por ahí un vendedor que vende galletitas, por dar un ejemplo”.

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