El pasado 19 de julio el Primer Centro de Transcriptores y Biblioteca para Personas con Discapacidad Visual Santa Rosa de Lima renovó sus autoridades, luego del largo y complejo desafío que supuso la pandemia del coronavirus a la sociedad en general y a las personas ciegas o con discapacidad visual en particular.
Si bien dicho cambio se produce cada dos años –el último debería haber sido entre 2019 y 2020- el covid 19 y la pospandemia llevaron a la postergación del traspaso, que se concretó semanas atrás. Hasta ese momento estuvo al frente de la institución la docente Margarita Vadell, quien se define como “la primera usuaria” de la biblioteca en braille que posee el centro.
A partir de ahora preside la sede el enólogo Pedro Sánchez, quien asumió el desafío de estar al frente de la histórica biblioteca buscando aportar al proceso de adaptación de los soportes tradicionales a las nuevas tecnologías, buscando llegar así a cientos de mendocinos que presentan dificultades visuales y desconocen su existencia.
El Centro es una de las tres instituciones históricas para personas ciegas o con discapacidad visual en la provincia -las otras son la Asociación Tiflológica Luis Braile de 1956 y la escuela Helen Keller de 1958-. El centro fue fundado en 1961 y desde ese año ha ayudado a un sinfín de usuarios a descubrir y redescubrir la cultura gracias a su biblioteca en braille, audioteca y hasta la actual “penteca”.
Por primera vez en la historia de dicha biblioteca, una persona ciega le entregó el cargo a otra también ciega. Se trata de una situación inédita ya que la primera titular no vidente fue la propia Margarita.
Así, el Centro de Transcriptores y Biblioteca Santa Rosa de Lima es un espacio que busca acompañar a quienes tienen discapacidades visuales o a quienes son ciegos en su proceso de reconexión con la cultura. Las puertas de dicho centro están abiertas no solo a quienes son no videntes, sino a todas las personas que pueden sufrir de forma momentánea o permanente alguna afección en la visión.
Esta búsqueda de contención se hace patente, se materializa, en quienes son los referentes de la institución: Margarita y Pedro, titular saliente y titular entrante. Margarita es ciega de nacimiento y Pedro perdió la vista con el correr de los años pero, en esos dos puntos de la experiencia para quienes tienen esta condición, se condensa toda la riqueza y el aprendizaje de quienes no ven pero no paran de percibir.
Pedro Sánchez, el enólogo que perdió la vista de forma progresiva
Pedro Sánchez es un enólogo de 70 años que reside en Ciudad, aunque es oriundo de Rivadavia. Su prudencia, sus buenos modales y su aplomo son los rasgos visibles de un camino marcado por la aceptación de la realidad: desde temprana edad sufrió de miopía progresiva que lo llevó la pérdida de la visión.
A los 6 años comenzó a usar anteojos, “a pesar de que la vida en una zona rural no demandaba un esfuerzo visual constante”. Esa menor exigencia visual -en la escuela y en la rutina diaria- conspiró para retrasar un buen diagnóstico y demoró cualquier tratamiento. “Las opiniones de los médicos indicaban que con los años mi vista se podría corregir”, narró Pedro a Los Andes sobre esas primeras consultas, aunque no tardó en completar la idea con un “pero nunca llegó y con el paso de los años la vista siguió perdiéndose”.
Al repasar su historia personal y su relación con la falta de visión, explicó que nunca percibió la urgencia de su cuadro hasta que se hizo más grande y se acercó a la vida de la ciudad. Ahí se manifestaron los problemas de verdad y recurrió a un profesional porteño que le hizo dejar los anteojos a sus 7 años: “No los volví a usar hasta los 18, cuando una especialista me colocó lentes de contacto y pude ver por la ventana hasta los pajaritos en las ramas de los árboles”, contó con fascinación y lamento por la pésima indicación que le hizo el primer profesional.
Sin embargo, la miopía no perdonaba ni esperaba y cada un año o dos tenía que cambiar la graduación de los anteojos. Sin embargo, los indicios de un final no deseado eran cada vez más innegables: “Ningún médico me dijo que iba a perder la visión, pero yo me di cuenta”, confesó.
En la década de 1980 perdió toda la visión en uno de los ojos y eso llevó a que tuvieran que extraérselo y se lo reemplazaron por una prótesis. Tuvo que adaptarse y continuar con su vida lo más normal que podía. “Había veces que veía hasta la esquina, luego ya no veía rostros. Me preguntaba ‘qué voy a hacer cuando no vea nada’, pero me asumí como ciego cuando no me quedó resto, cuando ya no veía nada de nada”, reconoció.
Una experiencia frecuente entre las personas que no ven es si deben retraerse, aislares, recluirse en sus casas por temor o desconfianza al entorno o, por el contrario, salir y revincularse con la sociedad. No se trata de una pregunta menor pera quienes carecen o perdieron de un sentido vital y tienen que sumergirse en una sociedad marcada por la desconfianza, la inseguridad y la violencia.
Pedro optó por lo segundo, por salir. Comenzó a asistir a una escuela municipal de discapacidad que estaba en calle Perú y en ese establecimiento descubrió –o redescubrió- todas sus capacidades que había ido perdiendo de forma paulatina por la falta de visión. “Volví a tener confianza propia, puede dedicarse plenamente a mí”, contó y detalló que se animó a practicar actividades físicas. “El deporte es muy importante para el ciego”, puntualizó.
Margarita Vadell: de la ceguera de nacimiento al sueño de ser escritora
Margarita Vadell nació en Mendoza en 1942. Es maestra, profesora universitaria, escritora y música. También tiene dos hijos y está casada con Armando, su novio de la universidad y con quien está a punto de cumplir las bodas de oro.
Es ciega de nacimiento, condición que siempre le planteó desafíos, pero nunca un impedimento para alcanzar sus metas. “Mi infancia fue atípica porque no podía tener una educación sistemática ya que no había escuelas para personas ciegas”, contó en diálogo con Los Andes.
Debido a esta realidad, tuvo que hacer la primaria en solo dos años (1958-1959) y concluyó ese ciclo cuando a sus 16 años. A pesar de los obstáculos, nunca detuvo su formación y a comienzos de 1960 inició la educación media en el Liceo Nacional de Señoritas, aunque pronto se encontró con el problema de que no había libros para personas ciegas. Esto la llevó a descubrir la biblioteca Santa Rosa de Lima y la literatura en braille allí guardada.
En 1962 se cambió a Magisterio y obtuvo el título de Maestra Normal Bachiller especializada en Ciegos en 1965, que le permitió dar clases en distintos colegios. Luego siguió con sus estudios e ingresó a la Facultada de Filosofía y Letras para hacer el profesorado, a pesar de que “no me querían aceptar por ser ciega. Tuve que poner un abogado y así pude empezar la universidad en 1965″, detalló.
Margarita logró recibirse de profesora en Filosofía en el año 1971 y ejerció la docencia primaria en la Escuela Helen Keller y la superior como profesora de Didáctica Especial en la Facultad de Antropología Escolar. Sin embargo, nunca abandonó la biblioteca Santa Rosa de Lima y continuó colaborando con la institución de forma permanente. “Me tocó pelear como un erizo. Una persona discapacitada puede hacer todo, pero con un esfuerzo multiplicado por tres”, confesó.
Sobre el centro de copista recordó que “En la década de 1960 aparecieron los grabadores y con ellos empezaron a transformar libros en audiolibros”, hecho que facilitó la tarea de quienes hacían transcripciones a braille ya que “no daban abasto”. “Ahí nació la audioteca, pero después vino el CD, la era digital y ahora estamos intentando transcribir a pendrive”, sumó a modo de repaso histórico sobre la reconversión que han atravesado. Es que la institución es una suerte de tesoro arqueológico sobre los soportes de comunicación.
El repositorio de pendrives fue bautizado como “penteca” y hoy tienen cerca de 30 unidades que intercambian entre los usuarios. En ellos hay audiolibros y otros materiales de difusión. “La gente que sabe braille puede encontrar muchos libros para leer, pero quienes no saben el código tienen a disposición audios en distintos formatos”, explicitó. “Si la gente quiere algún libro se le graba el pendrive. Esto no es solo para personas ciegas sino para quienes tengan discapacidad lectora permanente o transitoria”, puntualizó.
Sobre el proceso de adaptación de la biblioteca, la propia Margarita reveló que antes se hacían transcripciones de ejemplares voluminosos, pero ahora se copian relatos, recetas de cocina, premezcla de alimentos y otros textos sumamente útiles en la vida cotidiana.
Cómo ayudar al Centro de Transcriptores y Biblioteca Santa Rosa de Lima
De más está mencionar las dificultades económicas actuales que atrapan a miles y miles de personas en nuestra provincia, pero sí es necesario destacar que en el caso de quienes tienen discapacidades visuales o son ciegos esto se transforma en un problema mayor a la hora de hablar de integración.
A los problemas económicos –necesidad de insumos y accesorios como el bastón blanco- se le añaden aspectos sociales como la inseguridad, la soledad y la movilidad. Todos estos factores suelen ser traba para quienes tienen ceguera o disminución visual, por lo que desde la biblioteca buscan generar conciencia sobre distintos aspectos.
En primer lugar, quieren difundir su obra para ser conocidos en toda la provincia y destacar que su asistencia es para quienes tienen reducción de la vista o quienes son ciegos. Otra necesidad muy importante es la de disponer de voluntarios para varias labores: previo a la pandemia el centro contaba con unos 30 transcriptores de braille, número que se redujo casi a cero debido a la desconexión que impuso el aislamiento. Es por esto que requieren renovar los interesados en aprender el código para poder realizar escrituras.
También necesitan personas que puedan regalar algo de su tiempo a no videntes para acompañarlos en distintas labores de la vida cotidiana, sobre todo al hacer trámites o simples caminatas.
En cuanto a lo material, son más que necesarios los bastones blancos debido a que hay muchas personas de bajos recursos no pueden acceder a ellos. También requieren juegos adaptados para niños y pendrives para continuar con los audiolibros.
Quienes estén interesados en colaborar con la institución pueden ponerse en contacto con el centro de copista y biblioteca a través del teléfono 4250521 o en su sede ubicada en calle San Juan al 1238, planta baja, departamento 5, de Ciudad. Están allí todos los jueves a partir de las 17.30. El correo de la asociación es bibliotecadiscapacidadvisual@gmail.com y el Facebook.