Viviana Schwarz tiene 46 años, nació en Basavilbaso (Entre Ríos) y desde hace 15 años vive en Mendoza con su esposo, su hija Antonella (28) y su hijo Ismael (14). Fue una oportunidad laboral que le surgió a su pareja en 2006 la que enfiló el camino de toda la familia a Mendoza (en ese momento eran tres, ya que Ismael nació acá). Hasta ese momento -laboralmente hablando- Vivi solamente se había desempeñado en tareas de limpieza y cuidados domésticos. Sin embargo, desde hace casi un año y medio descubrió otra pasión en la que se perfecciona día a día, pieza a pieza, motor a motor: arreglar motos.
Y es que Vivi trabaja como mecánica asistente en el taller Ciclo Service, donde es la mano derecha del dueño y encargado del lugar, Guillermo Berducci. “Guillermo es el dueño del taller y mi gran maestro. A mí desde siempre me gustaron las motos, de chiquita me fascinaban. Pero ni siquiera había andado en una (más allá de un ciclomotor). Empecé limpiando el taller -llegué por recomendación de una vecina que sabía que yo me dedicada a hacer trabajos de limpieza. Y un día Guillermo me comentó que le vendría bien tener una persona que lo ayude, ya que no le alcanzaba el tiempo para todo el laburo que tenía. Sin dudarlo, pensé ‘yo me ofrezco’, y le dije que podía aprender. Y así fue como hace cerca de un año empecé con la mecánica”, sintetiza la mujer en un descanso de su trabajo en el taller de calle Perito Moreno de Godoy Cruz.
“Cuando empecé a trabajar, veía todas las motos y me volvía loca”, se sincera, dejando en evidencia que este trabajo es su gran pasión.
Autodidacta
Aunque nació en Entre Ríos, Viviana vivió gran parte de su vida en Buenos Aires junto a su esposo. Y ni bien les salió la posibilidad de mudarse a Mendoza -hace 15 años- por de trabajo de él, no lo dudaron. “Nos pareció una propuesta interesante venirnos a Mendoza, ya veíamos que Buenos Aires estaba muy complicado en temas de seguridad”, recapitula en voz alta la mujer.
Desde que llegaron a Mendoza, la familia ha vivido siempre en Godoy Cruz. Y, al igual que lo hacía mientras estuvo en Buenos Aires, Vivi se dedicó a trabajar como empleada doméstica durante los primeros meses en Mendoza. “No pude terminar la secundaria porque cuando estaba en cuarto año quedé embarazada. Siempre trabajé de empleada doméstica hasta que nació Ismael, mi segundo hijo. Ahí decidí dejar de trabajar un tiempo para dedicarme a ellos, pero hace unos dos años me di cuenta de que ellos ya eran grandes y quise volver a trabajar para salir de la rutina de la casa”, sigue la mecánica.
Fue en ese momento cuando retomó los trabajos de limpieza en casas particulares y en estas circunstancias llegó al taller mecánico de motos, precisamente recomendada por una vecina que supo que el encargado del lugar estaba buscando a alguien que ayudara con el orden y el mantenimiento. El resto de la historia y hasta llegar a la actualidad, momento en que Viviana se ha convertido en la persona de mayor confianza de Guillermo, ya fue recapitulada por su protagonista.
“Llegué con la idea de limpiar el lugar, y un año y medio después estoy haciendo trabajos mecánicos. Si bien siempre me habían encantado las motos, solo las conocía por afuera. Y al principio fue muy difícil porque no tenía ni idea. Pero Guillermo, que es un genio en lo que hace, me tuvo muchísima paciencia y me fue enseñando. Empecé muy de a poco, sacando las tachas, luego me explicó dónde estaba el aceite, el tapón, todo muy de a poquito. Y si bien ahora no me considero todavía una mecánica, sí tengo idea de lo que se trata y de las cosas más básicas e importantes”, agrega Schwarz, quien destaca que su debilidad -para andar- son los cuatri. “Cuando desarmás una moto, sabés que cada cosa cumple su función. Siempre tengo la ayuda de Guillermo y mi trabajo está siempre supervisado por él. Y es lógico, porque recién empiezo”, acota con humildad.
Derribando prejuicios
La mecánica de autos y motos no es precisamente un rubro en el que la mujer haya logrado todavía marcar una fuerte presencia. La misma Viviana lo sabe, y destaca que varias veces en que algún cliente llegó al taller para dejarle la moto a Guillermo y vio que quien ponía manos a la obra era ella, se quedó observando la situación.
“Hay asombro, es cierto. Porque no es común ver a una mujer en mecánica. Hace 30 años que Guillermo tiene el taller y, obviamente, la gente confía en él y le traen la moto. Por eso es totalmente lógico que se sorprendan de verme a mí trabajando. Pero todos los trabajos tienen la supervisión de él y se entregan una vez que revisó todo”, explica Vivi.
La mujer tiene fe en que en algún momento exista una deconstrucción en este rubro también, como ya existió en otros. “Creo que es todo tiempo, que la sociedad se va a ir acostumbrando y voy a lograr que la gente confíe también en mí. En algún momento la mujer solo estaba para quedarse en la casa y era el hombre quien salía a trabajar. Pero eso se rompió. No tengo dudas de que no hay nada imposible ni para una mujer o un hombre”, reflexiona la mecánica. Y agrega que la delicadeza de una mujer es muy importante también en un taller.
La confianza del dueño del taller y la incondicionalidad de su familia y una de sus grandes amigas que siempre están a su lado para convencerla de seguir adelante son fundamentales en el día a día de Viviana Schwarz. “Nunca me imaginé estar acá, esto para mí es un sueño. Nunca pensé que iba a existir esta posibilidad porque estaba estancada en lo que hacía. Quizás cuando Guillermo me dijo que podía empezar, yo no sabía cómo encararlo. Y por momentos – incluso al día de hoy- siento que me encuentro estancada. Pero es él quien me dice que recuerde cómo hacía el trabajo cuando empecé y algo tan básico como la forma en que agarraba las herramientas; y que lo compare con la actualidad. Y ahí me doy cuenta de todo lo que he avanzado”, cierra.