La de Pablo Denis Acosta, “el loco uruguayo”, parece una historia de novela, pero es real, reciente y cercana. Sucedió en San Rafael y tuvo un final feliz gracias a “Fierritos Solidarios”, una fundación encabezada por Silvia Romero que suele ayudar a personas en situación de vulnerabilidad social.
Precisamente en una recorrida por un basural, Silvia interceptó a Pablo alimentándose de la basura, descalzo, indocumentado y en situación extrema. Fue la calurosa tarde del 26 de octubre del año pasado.
“Fierritos Solidarios”, la entidad que creó esta ex corredora de mountain bike, puso de inmediato manos a la obra: le entregó alimentos, se interesó por su historia, consiguió calzado y ropa adecuada y hasta inició los trámites para que pudiera contar con su DNI.
Lo cierto es que, a los 21 años, Pablo partió de Cardal, en el departamento de Florida, Uruguay, como mochilero. Se despidió de Leonor, su mamá y recaló en Buenos Aires, donde poco después sus recursos se agotaron y quedó en la calle, deambulando. Mucho tiempo después, alguien le habló de San Rafael y así fue que llegó al sur de esta provincia en 2007.
Sin embargo, aquí no le fue mucho mejor. Desempleado, se convirtió en un indigente de 55 años “solitario e ignorado por el Estado”, según relata Silvia a Los Andes.
Atenta, ella escuchó el deseo de Pablo: volver a Uruguay para encontrarse con su madre. Sin demasiados recursos, pero con gran voluntad, tendió todas las redes: habló con los consulados, internó a Pablo en el hospital para que se curara de una gran infección en sus pies, organizó colectas para reunir dinero destinado a los pasajes y hasta logró conseguir un refugio donde el hombre pudiera hospedarse hasta tanto lograr el objetivo final.
Mientras tanto, en Uruguay, la madre y hermana de Pablo, quienes lo buscaron por casi 30 años, lo daban por muerto. Hacía seis años que decidieron bajar los brazos.
“La historia me dejó paralizada y me apenó la indiferencia de la gente. Prometí ayudarlo y él no me creía. Me decía que recibía muchas promesas, aunque finalmente nadie lo hacía. Creo que si destináramos solo un rato al prójimo, el mundo funcionaría mucho mejor”, reflexionó Silvia, que después de muchas idas y vueltas, el 18 de noviembre de 2021 despidió a Pablo en la terminal de ómnibus de San Rafael.
Ese día, aquel vagabundo parecía otra persona: totalmente repuesto, higienizado y con la remera de “Fierritos Solidarios” abordaba el colectivo rumbo a la primera escala, Buenos Aires.
A Pablo le parece mentira: hoy, tras años de vivir en la intemperie y lejos de su hogar, transcurre sus días al calor de una familia.
Fueron numerosas las personas que colaboraron con Fierritos Solidarios en la tramitación de documentación, sellados, hisopados y también con dinero, ropa, alimentos y, sobre todo, con tiempo y dedicación.
“Gracias a una colecta pudimos comprar el pasaje a Buenos Aires en la empresa Unión, cuyos choferes estuvieron atentos, y luego un alma solidaria que decidió no ser mencionada abonó el vuelo hasta Uruguay”, relató Silvia. Ya en Retiro, una persona enviada por el consulado lo esperaba para trasladarlo al aeropuerto.
Silvia acota: “La vida fue llevando a este hombre por el camino de la calle y de a poco, debido a carecer de documento, fue perdiendo sus derechos. Nadie se ocupó de él durante años. Insisto, mirando hacia el costado no iremos a ningún lado”.
Por eso asegura que nunca olvidará el llanto de alegría cuando por fin le comunicó a Pablo que todos los papales estaban en regla. Que ya podría viajar.
“¿Voy a ver a mi mamá? ¿Es verdad?”, recuerda Silvia que él le preguntaba, una y otra vez. El abrazo con su hermana Belén, que lo aguardaba en el aeropuerto uruguayo, fue la antesala de lo que llegó después: un reencuentro conmovedor con su mamá Leonor en la vereda de su hogar natal.
No hubo palabras por un largo rato, solo lágrimas de emoción. Hoy, Pablo vive rodeado de su familia: su madre, su hermana Belén y su sobrino Marcos. Y Silvia lo sigue de cerca a pesar de la distancia. Feliz y satisfecha por haber sido artífice del destino de Pablo.
“Más empuje que nunca”
A pulmón, Silvia Romero trabaja para que Fierritos Solidarios se convierta en fundación. “De a poco lo vamos a lograr y en el mientras tanto sigo haciendo todo lo posible por ayudar”, dijo a Los Andes. En San Rafael, donde funciona su equipo de trabajo, hay mucho por hacer, numerosas necesidades y miles de niños vulnerables.
Silvia asegura: “Esta historia me alentó a seguir adelante más que nunca. Sola o acompañada, lejos de la política y caminando las calles como siempre lo hice. Me encomendaba a Dios y seguía adelante sin miedo, siempre positiva. Y así lo logré”.