La zona donde está la mayor concentración de volcanes a nivel global está en el sur provincial, más precisamente en Malargüe. Uno de los sitios más alejados y a la vez más interesantes para visitar es el volcán Peteroa, el más activo de la provincia, ubicado al límite con Chile. El camino comienza en la ciudad de Malargüe, hacia el sur por la ruta 40 hasta llegar a Bardas Blancas, para tomar la 145. En Las Loicas la ruta se divide en 145 (Paso Pehuenche) y la 226, que conduce al Peteroa y llega hasta el límite: el Paso Vergara. “Este sitio es conocido como Paso Planchón (el histórico cruce) o Paso Vergara”, explica Lucas Sbriglio, investigador y guía de montaña.
Sbriglio, junto a un grupo de compañeros de aventuras hizo la travesía de 4 días durante el verano hasta el cráter principal. Comenta que el complejo volcánico Planchón-Peteroa-Azufre constituye un aparato volcánico compuesto ubicado en el límite de Argentina y Chile. El Peteroa, (que proviene del mapudungun que traducido significaría “ramas quemadas”. Es un volcán achatado de aprox. 3600 msnm. (en su cráter), se encuentra ubicado entre los volcanes Planchón 3977 (al Norte) y Azufre 4113 msnm. (al Sur), ambos con alturas que superan la del Peteroa.
Castillos de Pincheira
El guía cuenta que desde Malargüe hacia el oeste pasaron por los Castillos de Pincheira. Y agrega: “Son una hermosa formación de piedra que emula castillos góticos utilizados por los hermanos Pincheira para refugiarse. Estos fueron los líderes de una montonera (guerrilla montada) que llevó a cabo prácticas de asaltantes y cuatreros en Chile y Argentina entre 1817 y 1832″.
Luego tomaron el tortuoso camino Querqueque (Camino de Trashumancia) donde productores caprinos llevan sus rebaños de cabras a pastorear a los cada vez menos verdes valles cordilleranos. Añade que hicieron varios altos en el camino para observar distintos cerros y lugares paradisíacos a la vera del camino de Querqueque, “antes de llegar al portezuelo que finalmente uniría con la ruta 226 hacia nuestro destino final: el paso Vergara o Planchón por el famoso Puente Amarillo que une estos dos caminos”.
El investigador, veterinario de profesión, dice que en el Valle Noble cruzaron una serie de arroyos como el Yeso, Punilla, montañés, afluentes del rio Valenzuela que aguas abajo tras unirse con el río Tordillo le dan el nombre al río Grande, el de mayor volumen de agua de la provincia. “Llegamos al puesto de Gendarmería pasando por las abandonadas termas del azufre que es un complejo termal que se encuentra en algún tipo de litigio que ha hecho que se abandonen desperdiciando un gran potencial turístico de la zona”, asegura Lucas. Desde allí, al Este y del otro lado del valle, se observan las nuevas construcciones del proyecto de ski “El Azufre”, el nuevo centro invernal. Lucas comenta: ”Acampamos junto a un emplazamiento de la Comisión Nacional de Energía Atómica y nos encontramos con gente del Observatorio Argentino de Vigilancia Volcánica (OAVV) que es un área especializada del servicio geológico minero argentino (SEGEMAR), cuyo objetivo es el estudio y monitoreo de los volcanes”.
Suelo volcánico
Al día siguiente tomaron el filo Norte, que conduce directamente al portezuelo entre el Planchón y el Peteroa. “Los paisajes a nuestras espaldas eran increíbles y a medida que subíamos, nos teníamos que desabrigar para evitar que nos deshidratáramos, debido al calor que retiene el suelo volcánico”. Desde allí divisaron el cerro Sosneado (el cinco mil más austral del mundo), el Volcán Overo, cerro Leñas, Risco Plateado, Paraguay, Entre Ríos, entre otros.
Por un camino de cenizas, rocas y lava solidificada, el grupo se encontró con un pircado de vivac cercano al portezuelo y tomó un descanso al lado del cerro Planchón. " ¡De repente, una gran fumarola de humo proveniente del cráter del volcán que ascendíamos nos dio la bienvenida!”, exclama Lucas. Y señala que la emoción de los expedicionarios se renovó y los impulsó a continuar el ascenso. “Tras cinco horas de marcha finalmente llegamos a una antigua estación de monitoreo volcánico chilena que nos anunciaba que estábamos al borde del cráter grande”, asegura. Y acota que este cráter, de aproximadamente de 4 Km. de diámetro, contiene cuatro cráteres más pequeños.
Sbriglio, describe:”Ver hielo, yeso, humo de las fumarolas, agua y cenizas en un mismo plano deja la vista perpleja y nos muestra algo que no es usual de ver en otras montañas por lo que nos tomamos el tiempo para filmar y fotografiar la hermosa vista que nos regalaba el volcán dentro de su cráter principal y abajo en el cráter secundario que escupía bocanadas de humo constantemente”.
Explica que las fumarolas provenían de grietas de la roca en la base del cráter y al tocar el suelo donde caminaban, se deban cuante estaba tibio. En la zona todavía quedan restos de glaciares circundantes al cráter, “aunque claramente ya no veíamos ni la mitad de lo que esperábamos encontrarnos dada la bibliografía que habíamos consultado antes de ir”, se lamenta. Y agrega: “La inminente desaparición de los glaciares nos hace pensar que con su ausencia no habrá regulación hídrica y que se necesitaran grandes obras hídricas (diques) para suplantarlos a ambos lados de la cordillera” .