El sábado 1 de abril pasado, Pablo Gabrielli (quien vive en el margen norte del embalse Potrerillos, en esa localidad lujanina) compartió en Facebook una fotografía con una “misteriosa presencia” posada sobre las piedras de la ladera de un cerro del lugar. Concretamente, se veía la imagen de un felino, tomada a la distancia y un poco a las apuradas, ya que el ejemplar se ocultó rápidamente. La viralización de la foto dio que hablar y llevó a que las autoridades de la Dirección de Recursos Naturales Renovables se contactaran con el mendocino de inmediato.
El miércoles 10 de mayo, casi 40 días después de esa primera fotografía, Cristian Cicconofri -un pescador que disfrutaba de la tranquilidad en esa zona de la cuenca del Río Mendoza- tomó otras fotografías y hasta filmó a, quien se cree, es el mismo visitante. Porque esta vez, el animal descendió tranquilamente por las rocas hasta llegar al agua y beber un poco. Estando al tanto de la importancia de este felino en el ecosistema y de su protección, así como también del trabajo ambiental que se hace para su preservación, el pescador -al igual que Pablo- también se puso en contacto con las autoridades de Recursos Naturales.
El protagonista de ambas fotos es un ejemplar de gato andino, una especie que se encuentra en riesgo de extinción a nivel mundial y que no suele ser muy fácil de ver ni acostumbra a mostrarse ante los ojos humanos (por ello se lo conoce como “Fantasma de los Andes”). Y si bien ya se ha avistado en otras oportunidades en la Reserva Natural de Villavicencio, Uspallata -más precisamente en la zona donde se han iniciado las gestiones para declarar el primer Parque Nacional de Mendoza- y en Los Reyunos (San Rafael), es la primera vez en que se lo ve en Potrerillos.
“Como tenía franco ese miércoles, me fui a despejar un rato la cabeza y a pescar. Estaba tranquilo cuando, de repente, vi algo que empezaba a subir por las piedras. Creía que era un gato montés o andino, porque trepaba y saltaba. Era un animal que nunca había visto”, resume Cristian Cicconofri (38) a Los Andes.
“Después de eso se escondió. Pero como a la media hora volvió a bajar, y ahí saqué el teléfono y pude sacarle fotos y filmarlo. Llegó hasta el río, se puso a tomar agua tranquilo y ahí estuvo como 5 minutos, mirando para todos lados y hasta me miraba a mí. Pero siempre estuvo tranquilo, hasta que volvió a subir y se fue” agrega.
Si bien la Secretaría de Ambiente focalizará los trabajos de investigación en este sector -una nueva zona de avistamiento y de distribución del gato andino y donde no había antecedentes de su presencia-, no descartan que se trate del mismo ejemplar que fue advertido por ambas personas. Y es que se trata de un animal que se maneja en un espacio territorial de más o menos 40 kilómetros de extensión
Además, la presencia de otras especies en la zona ayuda a que el “Fantasma de los Andes” -que cada vez se muestra más seguido- amplíe su zona de incidencia. Porque en esa parte del paisaje cordillerano también pululan los chinchillones, un roedor característico de Mendoza y que es parte principal de la dieta del gato andino.
“Gracias a los registros fotográficos y testimonios podemos confirmar un nuevo sitio de distribución del gato Andino, especie protegida en nuestra provincia. En esta oportunidad el avistaje se llevó a cabo en la cuenca del Río Mendoza”, destacó vía Twitter el Secretario de Ambiente de Mendoza, Humberto Mingorance.
Una especie protegida y clave en el equilibrio ambiental
El gato andino es uno de los cinco ejemplares de felinos en mayor riesgo a nivel mundial, mientras que en la zona cordillerana de Argentina y el resto de América del Sur (su hábitat natural) es la especie más comprometida y amenazada. Se la ha declarado en peligro de extinción y, por sus características, es muy raro lograr avistarlo. Por esto mismo es que se ha ganado el apodo de “Fantasma de los Andes”.
Sigiloso, enigmático y salvaje, los pocos ejemplares que quedan en el ecosistema no suelen deambular frecuentemente entre zonas concurridas, ya sea por personas como por otros seres vivos. Esto convierte entonces a los recientes avistajes en Potrerillos en algo prácticamente inédito que, sumados a los de Los Reyunos en julio del año pasado y a otros más recientes en la zona del polígono del Ejército en Uspallata, conforman una buena noticia para el ecosistema.
Hasta los avistajes de Potrerillos, de Los Reyunos y de Uspallata (aquí han sido más continuos, por medio de videos de cámaras trampa), el último ejemplar de gato andino del que se tenía registro en Mendoza había sido avistado en 2020, en la Reserva Natural Villavicencio.
El gato andino (Leopardus jacobita según su nombre científico) es un poco más grande que un gato doméstico y habita en ambientes áridos que van desde el centro de Perú hasta Mendoza y Neuquén. Tiene una cola muy larga, gruesa, cilíndrica, de aspecto felpudo y que cuenta con entre 6 y 9 anillos anchos de color café oscuro a negro. Su nariz, en tanto, es negra, a diferencia de su “pariente” –con quien comparte hábitat y con quien suele ser confundido- el gato del pajonal, que tiene la nariz rosada.
Por sus características, prefiere sitios aislados, caracterizados por la presencia de afloramientos rocosos donde habita su presa principal, el chinchillón (Lagidiumviscacia), un roedor. En particular, la población de gatos andinos de Mendoza y del norte de Neuquén aparece como genéticamente única y es fundamental conservarla ya que puede proveer herramientas para la permanencia a largo plazo de la especie.
Principales riesgos a los que está expuesto y cómo preservarlo
Las amenazas que atentan contra la conservación del gato andino son variadas, aunque todas tienen que ver con la incidencia humana y artificial. Entre ellas están el desarrollo de actividades de industrias extractivas y las prácticas inadecuadas y no reguladas de ganadería, agricultura y turismo.
No obstante, otra de las amenazas -y que se ha convertido en una de las principales- es la de la cacería. Ya sea como pasatiempo o, lo que es más problemático, como represalia. Y es que, al igual que ocurre con los pumas y los zorros, los productores suelen ver en el gato andino una amenaza para sus animales (en lo que es el gato andino, la relación es con gallinas u otras aves de corral). Entonces colocan distintas trampas que terminan siendo mortales para el gato andino en pos de proteger a su producción.
Trampas metálicas (que derivan en la amputación de patas y muerte) y cebos envenenados -animales muertos a los que se les colocan agrotóxicos- suelen ser las peligrosas estrategias con que se busca mantener alejados a los predadores. Incluso, también los cóndores sueles ser víctimas de estas trampas, ya que como carroñeros que son, suelen bajar a alimentarse de los restos del cebo envenenado y mueren, como ocurrió en 2018, en Los Molles (Malargüe) cuando fallecieron 34 ejemplares intoxicados.
En Mendoza, se encuentra prohibida por medio de la Ley de Fauna Silvestre la tenencia, fabricación y uso de trampas. Precisamente para contrarrestar esta riesgosa práctica ilegal -que puede poner en peligro a comunidades enteras si el veneno entra en contacto con el agua, por ejemplo-, hace ya algunos años se comenzó a trabajar en Malargüe y junto a productores con la figura de “perros protectores”. Se trata de un modelo replicado a nivel internacional y que consiste en criar a perros en corrales junto a animales de ganado para que los canes se integren a la manada y sean “uno más”.
Con la mera presencia del perro -incluso ya desde lo olfativo-, se logra mantener alejados a otras especies -entre ellas predadores naturales, como pumas, zorros y gatos andinos. Esto permite, entonces, evitar riesgos para los ganaderos y, por ende, no tener que recurrir a estas prácticas ilegales que atentan contra especies protegidas. Esta convivencia armoniosa entre grandes carnívoros y ganaderos ha dado muy buenos resultados en los casos donde ya se ha aplicado en Mendoza.