“Buenos días, estoy desayunando. Hoy es 10 de mayo, mañana es 11 de mayo. ¡¡Y voy a festejar mi cumpleaños!!”
Quien habla es Yolanda Victoria Brízzola, quien filmaba este lunes por la mañana es su hija, Mónica Nodari; y la sonrisa con que Yolanda termina el video de apenas 26 segundos (no sin antes dejar un brindis con su taza de té a quien quiera corresponderle en este “¡salud!” virtual) es la que siempre ha iluminado su alegre rostro. Esa característica sonrisa que luce desde el 11 de mayo de 1931, cuando Yolanda llegó a este mundo.
No sin algunas (varias) adversidades en su vida, Yolanda festeja hoy sus 90 años. No lo hace como a ella y su familia le hubiese gustado (“si no fuese por la pandemia, le hubiésemos hecho ‘mansa fiesta’”, agrega –con la sonrisa que heredó de su madre- Mónica); pero sí con todo un barrio que siempre la recordará como “la enfermera de Luzuriaga”.
“Hace poco más de 9 años, mi mamá sufrió un infarto cerebral, por lo que me la traje a vivir conmigo a Rodeo de la Cruz. Pero ella vivió toda su vida en Luzuriaga. Y todo el barrio la quería, la consideraba hasta su ‘médica’; aunque era enfermera. Y ella le ponía inyecciones a cualquier persona que lo necesitara, no le importaba si le podían pagar o no”, rememora Mónica, con su madre (siempre sonriente) a su lado.
“Esta mañana me escribió mi hijo, que está viviendo afuera, y me hizo la misma pregunta que nos hacemos todos: ‘¿¡Cómo hace la nana para estar siempre contenta!?’. Y es cierto, más allá de su situación; nunca pierde la esencia del buen humor y la alegría”, destaca su hija menor.
Querida por todos
Nacida y criada en Luzuriaga, Yolanda no tardó en convertirse –para todos sus vecinos- en “la enfermera del barrio”. “Aunque no era médica, siempre que alguien necesitaba algo, ella estaba. Y cuando el doctor que vivía en la zona iba a alguna emergencia, mi mamá siempre estaba con él. Mucha gente le decía médica también”, sigue la mujer de 57 años.
Incluso, para uno de los cumpleaños de hace ya varias décadas; los vecinos de Luzuriaga se pusieron de acuerdo para hacerle un particular regalo: compraron un tensiómetro y una bolsa llena de jeringas para que tuviese siempre en su solidario día a día. “Incluso, llegaron a juntar firmas y proponer que la placita del barrio lleve su nombre”, recapitula, con orgullo, Mónica.
Además de Mónica, Yolanda tiene otra hija (Mabel, de 60 años); y su enorme corazón no solo quedaba expuesto cuando aplicaba inyecciones a quien lo necesitara, independientemente de si pudiera pagar o no por ello. También se reflejaba en sus acciones rutinarias, del día a día.
“Cada vez que alguien tocaba el timbre de su casa pidiendo o vendiendo flores, por ejemplo; mi mamá le preparaba un plato de comida. ¡Con lo que hubiera en la casa!”, acota Mónica. Y recuerda haber sido testigo ella misma de estos momentos. “No es que me lo contaron, ¡yo lo veía a diario!”, se sincera.
Feliz cumpleaños
Su simpatía y su constante buena energía (complementadas con esa sonrisa que forman una especie de circunferencia con sus ojitos entrecerrados) llevan a que su cumpleaños sea una de las fechas preferidas de Yolanda.
“Es alegre, feliz y le gusta que le festejen el cumple. Ella está siempre sonriendo, siempre dice que no le duele nada (aunque le duela) y nunca se queja. Queríamos hacer un gran festejo de cumple, pero no podrá ser más que un té entre nosotras. Tiene hasta un sobrino que canta y que había planificado como una especie de show para ella, pero habrá que esperar para ello”, cuenta la hija menor de la cumpleañera.
A sus dos hijas, dentro del árbol genealógico de Yolanda, les siguen 5 nietos y 12 bisnietos. “Todos somos su alegría, y ella es la alegría de todos nosotros”, se sincera.
Haciéndole frente
Cumplir 90 años en un contexto de pandemia no es simple. No solo por la imposibilidad de celebrar como una y su familia quisiera; sino también por las cuestiones referidas exclusivamente a lo sanitario.
“Después del infarto cerebral, le quedó como un coágulo. Entonces es como que, cualquier historia que cuenta; la repite una y otra vez. Pero entiende todo lo que estamos pasando por estos días. Ve televisión, se preocupa; aunque al ratito se olvida. Pero nada de eso la lleva a perder el cariño, esas ganas de siempre abrazar a quien la va a visitar (algo que ha tenido –y mantenido- siempre) y de charlar de lo que sea. Siempre te levanta el ánimo además; porque a mí no me gusta estar mal, y a ella tampoco”, concluye.
A las secuelas de este problema, se suma además otro padecimiento crónico en sus pulmones. “Mi mamá tiene los pulmones muy tomados. Y es que si bien ella nunca fumó, mi mamá fue fumadora pasiva (mi papá fumaba mucho). Entonces siempre está con algunos problemas para respirar. Por esto mismo es que ahora tiene que cuidarse más que nunca”, reflexiona su hija menor.