Conocí a Soda Stereo en una fiesta que organizaba una disquería muy importante de Buenos Aires antes de que grabara su álbum debut. Por entonces la banda era prácticamente desconocida y ellos habían tocado tres o cuatro veces nada más. Esa noche fui acompañado por Roberto Pettinato, que me dijo que tenía referencias de que eran muy buenos; cuando los vi supe que efectivamente era así.
Mi relación con Gustavo Cerati fue como manager, siendo socio de la agencia Ohanian Producciones. Eramos tres socios que manejábamos la carrera de varios artistas, entre ellos Soda Stereo. En el caso de Soda fue en 1985 cuando se pasaron a nuestra agencia y firmamos contrato a los tres meses de que sacaran su primer disco y hasta la gira de “Doble Vida”, que terminó en el ‘89. Dentro de la organización yo era el que estaba encargado de la parte artística, de la relación con las compañías discográficas, con los artistas, del repertorio; esa era mi área, por eso tenía un contacto fluido y casi cotidiano, más allá de las giras.
Cuando los vi tocar por primera vez era una época en la que se daban dos procesos: por un lado a nivel mundial el sonido new wave, que crecía en todas partes con grupos como Duran Duran o The Police, era el post-punk; y por otro lado en la Argentina se terminaba la dictadura y asomaba el bienestar general que hubo con la primavera alfonsinista. Más allá de la música fresca y sencilla que surgía, por la calidad de los músicos y ciertos secretillos dentro de las canciones, intuía que Gustavo podía ser un compositor mucho más elevado, algo que fue demostrando disco a disco. Ya en el tercer álbum de Soda, ese grupo plástico y gracioso había desaparecido y se había transformado en un grupo de rock muy serio.
La primera vez que fuimos a Mendoza debutamos en el Cine Teatro CEC, en Godoy Cruz, con muy poca gente. Fue un fin de semana doble, tocamos ante unas 200, 300 personas, y al otro día estuvimos en Al Diablo. Después, el último show del que participé en la provincia fue en el Estadio Malvinas Argentinas, ya con Doble Vida en un concierto magistral enorme, gigante.
Cuando terminó el contrato con Soda Stereo, en el ‘89, yo me fui a vivir a Chile y al año y medio se vino Gustavo porque estaba muy enamorado de Cecilia Amenábar, una modelo chilena, la madre de sus hijos. Se instaló en Santiago cerca de dos años, donde hizo su primer disco solista en el living de su casa, en Las Condes. Yo era entonces director artístico de la compañía discográfica BMG y Gustavo produjo el segundo disco de mi artista número 1 que era una cantante chilena llamada Nicole.
Nos veíamos bastante hasta que él se volvió a Buenos Aires, donde nos juntábamos esporádicamente, cada dos años. Tuve luego la suerte de ver el último concierto que dio en la Argentina, justamente en el Bustelo, que fue una presentación magistral. Cuando terminó el concierto estuve con él en el camarín y después de eso no nos vimos más.
Gustavo era un talento que no se va a repetir fácilmente: tenía todo al máximo nivel; de letras -a la altura de Spinetta casi-, a nivel vocal, de composición y como intérprete de guitarra. Juntar esos cuatro elementos en un solo personaje, sumada a su capacidad de producción abismal, ese tipo de talento no creo que se repita mucho. Además era un tipo meticuloso y perfeccionista en el estudio de grabación. En lo cotidiano era un tipo gracioso, con un humor inteligente, muy Capusotto y muy buena persona y amigo de su gente.
Con sólo mirar el horizonte de la música argentina no hay otro artista que tenga esa cantidad de elementos de tan alta categoría, eso se da muy poco en Argentina, Latinoamérica y el mundo. Todas esas condiciones juntas suceden en casos muy esporádicos y yo no veo en las nuevas generaciones del rock argentino un Cerati dando vueltas.
Tengo miles de anécdotas agradables y graciosas junto a él. A mí lo que más me recuerda su costado divertido es cuando participó justamente con Capusotto de “Llamen a Moe”, la versión de “De música ligera”, donde él mismo fue. O sea, tener el ego tan relajado como para hacer eso y reírse de si mismo es algo que tampoco es habitual.
Yo estoy en Nueva York y me impactó mucho su muerte porque justamente estoy a pocas cuadras de donde vivimos 45 días grabando el disco “Doble Vida”. Estoy con mi mujer de vacaciones y pasamos por el edificio donde paramos ese tiempo, le mostré el estudio donde grabamos y ayer justo me entró un WhatsApp de una productora de la televisión chilena preguntándome si podía salir al aire para hablar de la muerte de Cerati.
Pensé que era un nuevo rumor, de esos que desde hace cuatro años vienen diciendo que se ha muerto. Cuando abrí la computadora y Facebook y todo, me di cuenta de que era una realidad y quedé muy impactado. Me llamaron los medios chilenos y no quise hablar hasta que me recuperé un poquito. Fue una sincronía un poco irónica enterarme de la muerte de Gustavo estando acá, en la ciudad donde grabamos ese disco que para mí fue muy importante.
La mejor forma de rendirle homenaje es escuchar las canciones imborrables que nos regaló, al igual que Spinetta. Estos dos grandes talentos nos acompañarán con su música de por vida.
Producción: Andrea Calderón