Opinión
El fin de la ambigüedad
Cristina conduce con la ambigüedad. Siempre hubo un kirchnerismo para protestar y otro para gobernar.
Cristina conduce con la ambigüedad. Siempre hubo un kirchnerismo para protestar y otro para gobernar.
El día a día de la gestión no da tregua y lleva al Gobernador a pensar en cómo sortear los obstáculos con los que siempre lo espera el justicialismo legislativo. Ahora, con los créditos para obras. La encuesta conocida en la semana motiva al radicalismo, en especial a Suárez, a pensar en la posibilidad de que Cornejo deje la escena nacional y vuelva a intentar ser gobernador.
Detrás de las iniciativas como la ley del Odio está el deseo de buscar caminos para restringir las libertades individuales y entre ellas las que más detestan, la libertad de prensa.
El Gobierno nacional demuestra inacción y prejuicios para encauzar el desorden político. A ello se agrega el desquicio económico, a partir de una alta inflación y varios tipos de cambio.
Necesitamos que Cristina y los suyos dejen de comentar su gobierno como si no les perteneciera, se hagan cargo y nos ayuden a tener un país normal.
Dos revoluciones: una contra la teocracia iraní por parte de heroicas mujeres. Otra contra el macrismo en las escuelas tomadas. La biblia y el calefón.
Existió siempre en el Ejecutivo la convicción que el denominado “forum shopping” ejerce una acción contra el Estado por el solo hecho de poder elegir el camino para una causa.En el gobierno piensan que lo que la Corte trajo para poner a consideración de los legisladores significa la aceptación del proyecto presentado por el Ejecutivo, aunque en forma más gradual.
Cristina cree posible estar parada en ambos lados del mostrador:el de los que le echan nafta al fuego y el de los que intentan controlar el incendio
Especular con conveniencias partidarias para digitar la aplicación o no de un sistema de votación habla muy mal de la dirigencia gestora de esa iniciativa y termina deslegitimando a los políticos responsables del rumbo de nuestro país.
Frente a la crisis por la falta de neumáticos, hay un Gobierno que se muestra tan impotente para controlar la inflación como para desactivar un conflicto gremial.
La reconciliación de Balbín y Perón en 1972 los transformó de enemigos en amigos, pero a partir de 2003, con los Kirchner, renace el odio anterior.
Resulta difícil tomarse en serio al proyecto en sí mismo, una muestra acabada del grotesco nacional, que fue del extremo de proponer un organismo de 25 miembros –con un representante por provincia, disparate de una ajuricidad extrema– a otro de 15,
Después de tantas operaciones berretas para frenar el juicio a Cristina, los alegatos finales expusieron la filosofía política con la que se busca impunidad.
En el marco de la causa de Vialidad, hubo expresiones desacomodadas, y en algunos casos amenazantes, hacia los fiscales que llevaron la investigación y acusaron y pidieron condenas.
Atrás quedaron las invocaciones místicas y las insinuaciones reflexivas sobre la conveniencia de un diálogo político que encauce los conflictos exacerbados. La convicción restauradora del consenso dejó paso a una ofensiva donde queda expuesto el hueso del pensamiento oficialista, donde entre otras cosas se vincula sin pruebas el accionar judicial que investiga a Cristina Fernández con el intento de asesinado del que fue víctima.
De Marchi sorprendió con su propio proyecto de reforma, aunque ya había anticipado que no estaba de acuerdo con un tratamiento rápido de la iniciativa oficial. Estiman que será difícil que en los próximos días pueda ser tratada en el recinto de sesiones la propuesta que impulsa el Poder Ejecutivo.
La clara raíz del totalitarismo subyace en todas y en cada una de las partes de un discurso que se disfraza de pacificador pero apela a un amor. que se expresa con imposiciones.
Primero fue la culpabilización del otro, luego la santificación de sí misma. Ahora busca el acuerdo siempre que los otros admitan su culpa y que ella es una santa.
La doctora Kemelmajer dijo que “cuando un gobernador envía un juez a la Corte debe preguntarse qué necesita la Corte y no el gobierno de turno”. Una fuerte crítica que le puede caber tanto a la actual gestión como a anteriores, incluso de otros signos políticos.
Hacer justicia por parte de los jueces y fiscales, es la última instancia que tiene la República para garantizar la armonía social y la convivencia civilizada.
Si se reeligiera a Bolsonaro en Brasil y la oposición ganara en Argentina, el giro a la izquierda en América Latina se vería muy diluido.