Opinión
Los discos de pasta, Zorba el griego y el piano intocable
Tras cerrar todas las puertas sacamos los discos de pasta. Los acomodamos en una pila a mano y, al ritmo del baile de Zorba -que tarareábamos entusiastas-, comenzamos a arrojarlos prolijamente contra los ladrillos de la chimenea. Los rompimos sin ningún remordimiento. A fin de cuentas nadie los escuchaba, pensé.