Corría el año 2004 y el mundo del tenis argentino volvía a tocar el cielo con las manos. Gastón Gaudio ganaba el tradicional y emblemático Grand Slam Roland Garros, nada más ni nada menos, ante otro ídolo argentino: Guille Coria.
La exposición mediática del “deporte blanco” provocó una revolución y millones de chicos comenzaron a practicar esta disciplina en cada rincón de la Argentina. En Mendoza, el Club Social y Deportivo General San Martín (Pacífico), fue una de las instituciones deportivas que más chicos captó. Sin embargo, había un chico llamado Tomás Villarejo que brillaba en el polvo de ladrillo.
Es que desde los 4 años jugaba en Atlético Chascomús, su pueblo natal. Había heredado esa pasión de su papá Alberto, amante del tenis, quien a los 10 años se instaló en Mendoza. Tomi, a pesar de su corta edad, se destacaba por sus golpes.
Un revés demoledor como el Gato Gaudio y un drive al estilo Pete Sampras. En su categoría, era uno de los mejores jugadores de la provincia. “Tiene proyección nacional e internacional”, decían los especialistas en cada encuentro o torneo en los que participaba.
Sin embargo, un año más tarde todo cambió radicalmente en su vida deportiva. A fines del 2005, el club “Pacífico” se consagró campeón mendocino de básquet al vencer a Regatas. En el club sólo se respiraban lanzamientos de tres puntos, volcadas y cortes de redes. Y el básquetbol en general también había evolucionado notablemente en cuanto a su difusión. La
Generación Dorada había logrado la medalla de oro en Atenas 2004 y en el 2006 logró el cuarto puesto en el Mundial de España. Cientos de pelotas de básquet rebotaban día a día en el estadio Juan de Casas de calle Perú.
Un día, Tomás fue al club un domingo a la mañana a realizar su entrenamiento habitual de tenis. Pero, antes de llegar a la cancha de polvo de ladrillo pasó por la cancha de básquet. Había un amigo tirando al aro, quien falló su lanzamiento y la pelota cayó justo donde estaba el “futuro Vilas”.
Tomó el balón con sus manos, miró el aro durante varios segundos, ensayó un lanzamiento y encestó a pura red. En ese momento nació un amor eterno. El corazón de Villarejo juniors dijo: “Quiero jugar al básquet”. Y se lo comunicó a su padre.
En la familia no habían lujos. Se vivía con lo justo. Prudentemente. Pero, papá Alberto fue sincero y habló con su hijo. No podía pagar las dos cuotas deportivas. Por ello, Tomás tuvo que elegir. Y el deporte del balón naranja ganó la pulseada.
“Comencé a jugar a los 10 años. Desde que dejé el tenis, una decisión que no le gustó a mi papá mucho al principio, no hubo un día que no tocara una pelota de básquet. Me mataba en cada entrenamiento. Soñaba con meter muchos puntos. Luego con jugar en la selección de Mendoza.
Después, llegar a la Liga Nacional y como máximo anhelo ya soñaba con la Selección argentina”. Con estas palabras, el escolta Santo campeón de la última Liga Nacional de Básquet con San Lorenzo arrancó su charla con Más Deportes. Un lujo.
Sobre sus primeros pasos en el básquet, recordó: “Mi primer entrenador fue Pablo Suero. Me marcó de por vida. Me enseñó los fundamentos básicos del juego. Cuando no estaba adentro de la cancha me sentaba en el banco de suplentes, siempre me ponía a su lado. Si había un compañero lo corría. Pablo, me daba indicaciones a cada instante. Un grande”.
Dos años más tarde, cuando recién cumplía los 12 años, por diversos motivos, decidió cambiar de club y cruzarse de vereda.
La catedral del básquetbol le abrió las puertas y se convirtió en jugador de la Asociación Deportiva Anzorena. En el club de calle Olascoaga evolucionó notablemente, tanto física como técnicamente. Integró los seleccionados mendocinos U13, U15, U17 y U19.
Fue campeón de los Juegos Binacionales. Además, en todas las categorías formativas gritó campeón con el equipo de la camiseta albirroja. Por su potencia, autoridad, coraje y talento se ganó un lugar en el equipo de primera división.
A los 16 años debutó en el equipo mayor y en 2014 se consagró campeón del Torneo Apertura bajo la conducción de Sebastián Figueredo. Jugó el Torneo Federal. Varios agentes comenzaron a interesarse en su trayectoria. Como plus, en el segundo semestre de ese mismo año Anzorena compró plaza de TNA y Tomás Villarejo fue uno de los juveniles seleccionados para integrar el plantel.
Tuvo muchos minutos de juego y demostró su calidad y talento. Por esta razón, tras un reclutamiento de cientos de jugadores de todo el país, Villarejo, quedó fue elegido por San Lorenzo de Almagro y emigró al equipo de Boedo. Un paso gigante en su carrera.
Año 2015, Marcelo Tinelli, vicepresidente de San Lorenzo, anunció que el Azulgrana compraba plaza para jugar la Liga Nacional. Nombres como Julio Lamas (DT), Hermann (campeón olímpico), “Penca” Aguirre, Martina, Mata se sumaban al Cuervo.
Había 12 juveniles azulgranas para tres lugares. Y el ex DT de la Selección argentina Julio Lamas eligió al ex Anzorena. “Fue algo único Toqué el cielo con las manos. Un sueño cumplido.
Todo muy rápido. Y encima salimos campeones. Aún no caigo. Es otro mundo. Todo muy profesional. El aprendizaje es constante. Espero que este sueño no se termine nunca”, cerró.
Ficha personal
Nombre: Tomás Villarejo
Fecha de nacimiento: 30 de octubre de 1996
Edad: 19 años
Padre: Alberto. Madre: María Laura. Hermanos: Lucrecia, Catalina y Franco.
Altura: 1,86 m
Peso: 90 kilos
Posición: base; escolta.
Títulos en Anzorena: Campeón en preinfantiles, infantiles, cadetes, juveniles y Apertura 2014 (primera división). Jugó la primera parte de la Temporada 2014/2015 del TNA con la Asociación Deportiva Anzorena.
Selección Mendoza: U13, U15, 17 y U19. Campeón Juegos Binacionales.
Títulos con San Lorenzo: Campeón Liga Nacional de Básquet 2015/16.
Sus características de juego: juega muy bien el uno contra uno, lo utiliza para convertir y busca mucho la descarga para los tiradores. Utiliza muy bien el pick and roll para la descarga al pivot o la anotación individual.
Eficiente para cada salida rápida en transición. Poder de contragolpe. Toma siempre lanzamientos cómodos. Carga al rebote y trata de buscar el gol en forma veloz. En defensa, es muy agresivo, activo e intenso. Utiliza mucho la comunicación.