En una tienda de campaña en la inmensidad del desierto, un hombre puede forjar una idea movilizadora. En el silencio, aquel instante puede transformarse en el momento propicio para su nacimiento. Muchos corredores de Ultramaratón, desafían los límites de la resistencia humana para poder probarse -una y otra vez- su propia existencia.
En una tienda de campaña, el mendocino Ramón Abdala aguarda el inicio de la última jornada para coronar su marcha de 250 kilómetros por los páramos de Gobi, en 2014. Aquel día, para el ex-odontólogo, la aventura también significaría un descubrimiento espiritual. “El desafío constante es probarme cuáles son los límites”, piensa casi como un Mantra.
“Cambié de meridiano, de paralelos, de estación, de altura, de comida, debí aclimatarme. Cuando finalmente llegué al Himalaya, nos recibieron en la ciudad de Darjeeling, en India. De ahí nos transportaron en autobús hasta Mirik, por un camino muy peligroso”, explicaría luego en una entrevista motivada por otra hazaña. Cada uno de sus viajes representan para Abdala una forma de avocarse a una pasión que se trasluce como realidad al dar el primer paso.
“Atravesé ríos, cadenas montañosas, llanuras y mesetas, donde habitan en carpas, rodeadas por rebaños, desde tiempos inmemoriales, campesinos nómadas. Visité la sabana africana y también la selva de Costa Rica buscando superarme”. La geografía apenas es un escenario del interior. Imagínese entonces en el barrio de Queens, en Nueva York, para cubrir una distancia de 3.100 millas (5.000 km), el equivalente a 120 maratones.
Los participantes de esta peculiar carrera en Estados Unidos, la más extensa del mundo, no compiten contra un reloj o las clasificaciones formales; están decididos a superarse sosteniendo el paso alrededor de una manzana en Queen. El desafío, que nació en 1996, consiste en recorrer un circuito geométrico de 883 metros y realizar 5.649 vueltas para alcanzar la meta. En 2006, los participantes tardaron 41 días en cumplir con su cometido.
Suprabha Beckjord, es la primera mujer en completar 13 ediciones. Ella fue la protagonista del documental “El espíritu de un corredor (The Spirit of a Runner). Beckjord acompaña su derrotero meditando, como un canto a la perfección interior.
Dean Karnazes, el camino a Esparta
“Un hombre imponente tanto en estatura como en carácter, Gus Gibbs poseía el físico y los hombros anchos de un guerrero espartano y una personalidad igualmente prepotente. Con la edad, Gus se había convertido en una persona sociable e ingeniosa, pero su vida no siempre fue tan despreocupada. Cincuenta años antes, a la edad de 14 años, había llegado a la costa estadounidense con 20 dólares en el bolsillo y sin saber ni una sola palabra de inglés. A partir de ese momento, se vio obligado a proveerse a sí mismo, solo y en tierra extranjera.
Gus era emprendedor e industrioso, siguió su instinto y se aventuró dondequiera que pudo vislumbrar una oportunidad. Finalmente se instaló en la costa oeste del país, en Los Ángeles (...)”.
“Y, sin embargo, a pesar de todo lo que había hecho y todo lo que había logrado, Gus permaneció perpetuamente inquieto. Sintió un fuego ardiendo dentro de él. Estaba convencido de que siempre había algo más que hacer o lograr. No podía permitirse parar o frenar (...) Gus nunca estuvo completamente satisfecho con su lugar en el mundo (...)”.
“El único detalle en su certificado de defunción fue que no se mencionó el nombre de Gus Gibbs, sino el de Constantin Nicholas Karmazes. Como muchos extranjeros preocupados por el potencial estigma de ser un inmigrante, él había elegido un alias en un intento de integrarse más fácilmente.
¡Cómo sabe todo esto? Lo sé porque Gus Gibbs fue mi abuelo”.
Extractos de la Canción de los Inmigrantes; primer capítulo del libro: El camino a Esparta.
No lograron el récord del Kilómetro vertical
En Cabrales (Asturias) se encuentra uno de los kilómetros verticales más duros del mundo: Aventón. Allí se citaron dos afamados especialistas en esta distancia para intentar imponer una nueva marca: Stian Angermund-Vik y Jan Margarit.
A pesar de la dificultad que imponía el reto, ayer ambos runners se propusieron intentar batir el récord fijado por Philipp Goetsch, en 2017. En el ascenso a La Fully (Suiza), el atleta italiano marcó un tiempo de 28’53.
“Empezamos muy rápido y llegamos a ir durante unos metros por delante del récord pero, después, se volvió muy duro. A los 600 metros sentí que era difícil seguir tirando”, explicaba el noruego Stian Angermund-Vik que, sin bastones, llegaría al final con un tiempo de 31’01”. “Stian iba muy rápido. El terreno estaba bastante seco, no resbalaba y la verdad he disfrutado del recorrido pero era duro”, puntualizó el catalán Margarit.