En los avisos publicitarios de la campaña electoral, uno de los dos principales candidatos a la presidencia de la Nación dice de sí mismo que es profesor y confiesa que es un “tipo común”. Sin embargo, teniendo en cuenta tantas décadas de decadencia y retraso de nuestro país, y la necesidad ineludible de alguna vez revertir esa tendencia, se me ocurre pensar que para conducir ese difícil y tremendo cometido no es suficiente con ser un “tipo común”, lo ideal sería que hubiera alguien excepcional.
En los comienzos de nuestro país, quienes llevaron adelante la formidable hazaña de transformar un desierto inculto en una nación institucionalizada y próspera, que llegó a ubicarse entre las primeras del mundo a fines del siglo XIX y principios del XX, no eran “tipos comunes”. Fueron personas sobresalientes, destacadas, prominentes y notables en su época. ¿O que otra cosa se puede decir de Alberdi, Mitre, Sarmiento, Avellaneda o Roca, por ejemplo? Sus condiciones humanas: inteligencia, habilidad, sabiduría, cultura, coraje, y muchas otras virtudes los diferenciaban notablemente de los “tipos comunes”, que, como es natural, constituyen la mayoría de la sociedad.
Sería muy bueno entonces que, para el bien de todos, nuestros candidatos presidenciales sean algo más que un “tipo común”. Sin duda no los hay, ni los hubo entre nosotros en las últimas décadas en el ámbito político, personas que puedan compararse de ninguna forma a las nombradas más arriba. Pero, de todas maneras, no deberíamos conformarnos sino intentar superarnos y preferir siempre a alguien que no sea tan común sino alguien que, al menos, sea más lúcido, preparado y sobresalga sobre el común de la gente.
Leo Lardone
DNI: 8.030.088