Si las piletas son un consuelo para muchos que no pueden llegar a la playa, para otros son espacios de esparcimiento. En la antigua Grecia y en Roma las piletas eran termales, para uso terapéutico. Sin embargo, algunos romanos hicieron de esos depósitos de agua un lugar de disfrute.
El millonario promotor de arte Cayo Mecenas, además de mirar cuadros, tenía pasión por la natación recreativa. En el siglo I dC. hizo construir una pileta calefaccionada en su mansión de Roma. La palabra piscina era de uso frecuente entre los primeros cristianos, que designaban así a la pila bautismal. En las piletas recreativas, antes de la invención de las depuradoras y del cloro, para limpiar el agua se utilizaban peces, que comían las larvas de insectos y evitaban la rápida putrefacción. De allí, las piletas heredan el nombre piscina, un vocablo de origen latino muy utilizado en países latinoamericanos. En México se las llama alberca, una palabra de origen árabe.
En realidad, la Argentina es uno de los pocos países -si no el único- donde se las llama piletas. Durante siglos, las piletas fueron un lujo de ricos y famosos o lugares dedicados al deporte. En 1844 se inauguró en Kent, Inglaterra, el Maidstone Swimming Club, el primer complejo natatorio de Europa. En las primeras Olimpíadas modernas, en 1896, creció la difusión de la natación deportiva y la instalación de clubes con piletas, cubiertas o al aire libre.
A principios del siglo XX, la Universidad de Oxford (Inglaterra) ya tenía su club de natación. Antes de 1914 era habitual la pileta a bordo de barcos transatlánticos de lujo, como el Imperator de la compañía Hamburg Amerika. En Estados Unidos, el resurgimiento económico de la posguerra creó la moda de los barrios cerrados y, con ellas, las piscinas particulares pasaron a ser un símbolo de status.
En las últimas décadas surgieron las piscinas naturales. Como la conservación de la masa de agua en estanques artificiales implica agregar productos químicos, la nueva tendencia es “capturar” el agua de un río o del mar, acumularlo provisoriamente en un desvío con la profundidad adecuada y permitir que el agua continúe su curso.
En Chile, San Alfonso del Mar, un complejo turístico en Algarrobo, cerca de Valparaíso. Su piscina tiene mil metros de longitud y 35 metros de profundidad, y acumula 250 millones de litros de agua salada. Similares a algunas de Cancún. En Bruselas (Bélgica), con 33 m, Nemo 33 es la piscina cubierta más profunda del mundo.Alemania cuenta con más de cien piletas ecológicas.
En Estados Unidos se está por inaugurar el Webber Park de Minneapolis, una piscina natural pública de 28 mil metros cuadrados, que permitirá bucear a gran profundidad. La masa de agua se renueva cada doce horas y está preparada para recibir simultáneamente a 500 bañistas. Nosotros, como el poeta Pablo Neruda, extrañamos el mar porque allí “todas las gaviotas reparten su nombre en las arenas”.