Viajeros del paladar: la salsa golf

Aquí la historia que trascendió fronteras y tiene como protagonista a un argentino, el inventor del aderezo.

Viajeros del paladar: la salsa golf

El entusiasmo nacional por los inventos argentinos no es ninguna novedad. Sólo en gastronomía, nos gusta proclamarnos inventores del dulce de leche, del alfajor industrial, de la soda o la milanesa napolitana. Aunque, modestia aparte, las invenciones culinarias no terminan aquí. A principios del siglo XX un joven estudiante ideó una salsa que cambió la forma de comer camarones. A continuación la historia de una ocurrencia que trascendió fronteras.

¿Alguna vez se ha preguntado por qué en nuestro país le decimos salsa golf y en otros lados se la conoce como salsa rosa o cóctel? La razón se remonta a la Argentina de 1920 y tiene como protagonista a Luis Federico Leloir. Sí, el ganador del Premio Nobel de Química, aunque eso sería años más tarde en 1970 y en aquella oportunidad con la humildad que lo caracterizaba dijo: “Es sólo un paso de una larga investigación. Descubrí (no yo: mi equipo) la función de los nucleótidos azúcares en el metabolismo celular. Yo quisiera que lo entendieran, pero no es fácil explicarlo. Tampoco es una hazaña: es apenas saber un poco más.”

Sin embargo, este primer invento de Leloir tuvo lugar en la segunda década del siglo XX. En aquel entonces, era un estudiante de Medicina que pasaba sus veranos en la ciudad de Mar del Plata y era visitante asiduo del distinguido Golf Club.

La historia dice que, aburrido de comer siempre los camarones acompañados de mayonesa, pidió al mozo que le acercara diferentes salsas e ingredientes. Así, se dispuso sobre la mesa: mayonesa, limón, kétchup, vinagre, aceite, mostaza y salsa tabasco, entre otros elementos. El joven Leloir comenzó a formar diferentes mezclas mientras realizaba, junto a sus amigos, una suerte de concurso para descubrir cuál era la de mejor sabor.

Finalmente, la combinación de mayonesa y kétchup con unas gotitas de salsa tabasco resultó ser la ganadora. “¡Voilá!” quizá proclamó triunfante este argentino nacido en París.

Inédita hasta el momento, esta nueva salsa fue apodada por el grupo de amigos como golf en homenaje al club donde había nacido. Lejos estaban sus protagonistas de saber el éxito viral que luego alcanzaría esa combinación y que se ha convertido en un clásico cuando se trata de acompañar camarones, langostinos o palmitos, no sólo en nuestro país sino también en el resto del mundo.

En su libro La Comida en la Historia Argentina, Daniel Balmaceda afirma que, años más tarde, cuando Leloir trabajaba en el Instituto de Investigaciones Bioquímicas de la Fundación Campomar, un antiguo amigo le recordó la anécdota de ese verano marplatense y, con cierta nostalgia, el científico contestó: “Lástima que no hayamos patentado la salsa golf. Hoy tendríamos más medios para investigar”.

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