Un año después de nadar por su vida en las costas de Grecia, la refugiada siria Yusra Mardini podría nadar en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. La joven de 18 años espera ser seleccionada para una pequeña delegación de refugiados que competirá bajo la bandera olímpica.
“Quiero que los refugiados estén orgullosos de mí”, dijo la atleta. “Solo quiero alentarlos”. Mardini huyó de Damasco junto a su hermana mayor, Sarah, en agosto y sobrevivió al peligroso cruce del Mar Egeo para llegar a Europa.
Ahora, entrena en una piscina construida para los Juegos Olímpicos de Berlín 1936. Es una de 43 refugiados de distintos países que compiten para el equipo “Atletas Olímpicos Refugiados” del Comité Olímpico Internacional (COI), que posiblemente esté compuesto por 5 ó 10 miembros.
“Los ayudamos a que su sueño de excelencia deportiva se haga realidad, a pesar de que tuvieron que huir de la guerra y la violencia”, dijo el presidente del COI, Thomas Bach en un video transmitido durante la conferencia de ayer. El COI tomará la decisión final sobre los miembros de la delegación en junio.
A sus espaldas, la guerra
Las hermanas Mardini eran algunas de las estrellas más brillantes de la natación en Siria hasta que la guerra interrumpió su progreso. La familia se mudó constantemente para evitar los combates y que sus hijas pudieran seguir nadando. Pero la guerra recrudeció y tomaron la decisión de dejar el país.
“Nuestra casa fue destruida. Ya no tenemos nada”, dijo Yusra Mardini, a quien se le unió su familia en Berlín.
Las hermanas salieron de Damasco a inicios de agosto, junto con una oleada de refugiados sirios que perdieron esperanza de que el conflicto concluyera pronto. Llegaron a Líbano y luego a Turquía, donde les pagaron a traficantes para que las llevaran a Grecia.
Su primer intento fracasó cuando los guardacostas turcos devolvieron su embarcación, así que lo intentaron de nuevo, abordando un bote inflable al anochecer. Había 20 personas en la balsa, y solo tres sabían nadar. A la media hora de trayecto, la embarcación comenzó a hacer agua.
Todo el equipaje de los pasajeros fue lanzado al mar en un esfuerzo por mantenerse a flote mientras se fortalecía el viento sobre el Mar Egeo. Pero no fue suficiente. Como un último recurso, Yusra, Sarah y otra persona saltaron de la balsa.
“Era algo horrible. Pensábamos que sería una pena si no ayudábamos a los demás, porque había gente que no sabía nadar”, dijo Mardini. “Desde luego que después de eso odié el mar. Fue una experiencia muy difícil”.
Durante tres horas y media se aferraron a la embarcación hasta que llegaron a la isla griega de Lesbos. Una travesía en tierra -de varias semanas- por Macedonia, Serbia y Hungría. Tuvieron que esconderse de la policía en campos de cultivo para estar a salvo. “Atraparon a muchas personas”, recordó Mardini.
Desconocidos les dieron ropas y otros se las robaron. Fueron arrestadas en la frontera y perdieron dinero en costosos boletos, mientras las autoridades detenían el paso de los trenes llenos de refugiados.
Pero no perdieron el optimismo. Los policías que las detuvieron les preguntaron por qué reían. “Les decíamos, porque íbamos a morir en el mar, ¿y ahora debemos tenerles miedo?”, narró Mardini.
Inicialmente las hermanas comenzaron a trabajar para llegar a los Juegos de Tokio 2020, pero su progreso fue tal que Río comenzó a ser un horizonte.
El equipo de los atletas Refugiados
El equipo de los atletas refugiados olímpicos fue creado por la Junta Ejecutiva del Comité Olímpico Internacional (COI) y serán tratados como todas las demás delegaciones de los 206 Comités participantes en Río.
Los miembros de este equipo deben cumplir con criterios específicos y tienen el estatus de refugiados por las Naciones Unidas. Ellos vivirán la misma experiencia que los atletas olímpicos y tendrán su propia ceremonia especial de bienvenida en la Villa Olímpica 2016.
“Al llevar a cabo este equipo, queremos enviar un mensaje de esperanza a todos los refugiados en el mundo”, dijo Thomas Bach, tras el anuncio de la creación de este equipo especial.
“Mientras que no tienen equipo nacional al que pertenecer, y no pueden competir bajo ninguna bandera o entonar ningún himno nacional, ellos estarán presentes como un mensaje de esperanza. Ellos son bienvenidos a los Juegos bajo de la bandera y el himno olímpico. Tendrán una “casa” en la Villa Olímpica y vivirán la misma experiencia con unos 11 000 atletas de 206 países”.